sábado, 16 de abril de 2016

Se avecina la tercera. Preparaos.

Por ellos.
Por los que luchan.
Por los que sufren.
Por los que lloran.
Por los que escuchan.
Por los que alguna vez han sentido 
amor y no han sabido identificarlo.
Por los que viven a morir.
Por los que escriben para desahogarse.
Por los que escriben para pronunciarse.
Por los que cantan y nunca se 
les oirá por no atreverse.
Por los que estudian por el futuro.
Por los que estudian para formarse.
Por los que son mentidos.
Por los que son sinceros.
Por esas minorías que son mayorías.
Por las miradas.
Por ese sentimiento de cobardía.
Por ese niño que no sabe lo que le espera.
Por esos poemas sin sentidos.
Por esos poetas y sus musas.
Por los exiliados cuyo motivo
no es otro que el paro.
Por los que van en contra de lo absurdo.
Por los que se desviven por un mundo mejor.
Por todas esas palabras que fueron calladas
              por el opresor.
Por esos gritos de gargantas afinadas
en un tono de revolución.
Por el puño bien alto.
Por esas condiciones inhumanas
que se han vuelto humanas.
Por nuestro futuro.

Seguiremos luchando por todo eso.

Nuestra lucha no ha acabado
y la revolución todavía no ha empezado.

Preparaos.

Preparaos porque tenemos más que motivos
para meteros el miedo en el cuerpo
estamos más que motivados 
para luchar por nuestros derechos.
Así que ya podéis empezar
a darnos lo que es nuestro.

Que de vuestros cuerpos
ya se encargarán los leones.







viernes, 8 de abril de 2016

Revolución fallida.



Ya escuché eso de que nunca
os debéis enamorar de un poeta
porque siempre hacemos daño
o solemos cambiar de musa cada año.

Perdón, 
no quería hablar en plural.

Estoy confuso.
Estoy tan confuso 
que no se lo creen 
ni los demonios de mi espalda
que combaten contra
los ángeles de mi pecho.

Me escondo entre labios.
Me escondo entre columnas.
Me escondo entre escombros.
Me escondo entre palabras.

Porque escribo en formato tinta,
sobre todo los domingos, como este,
por la tarde, como esta
cuando siento nostalgia, como ahora.

Y al día siguiente,
tú, ilusa de la vida,
te pensaste que era casualidad.
Pero no.
Que fuera lunes
y el cielo estuviera gris
no era pura coincidencia.

Me dijiste que te ayudara
a crear tu propia revolución
que no estabas conforme
con los uniformes.

Porque yo era de los que llevaba maletín sin traje.

Tenías todo planeado.
Querías que el color diferente
fuera sobre todo el morado.

También querías crear una sociedad
en la que ver a un hombre con falda
no se nos viniera a la cabeza un escocés.

Y entonces te hice entrar en razón.

Tú sola llegaste a la conclusión
de que la mentira es necesaria
pero la verdad imprescindible.

Todo esto me lo contaste
sin ningún tipo de contraste,
sin ningún tipo de prejuicio,
porque no te conocía de algo,
te conocía de todo.

Tu concepto de amor y revolución
se unieron a la fiesta
de los términos inseparables y necesarios.

Para tí,
cuando hablabas de uno 
el otro venía incluido,
porque para mí no.

Respeto es lo que me pediste.
Pero respecto al respeto
tú no podías hablar de ello
aunque te pusieras triste
aunque te pusieras enamorada
aunque te pusieras.

Tú sola jamás podrías 
crear tu propia revolución.